lunes, 26 de agosto de 2013

POETA. Bertha C Ramos.


Cayetano era un poeta. Cayetano cabalgaba contrariado cada noche, acorralado por palabras pesarosas y precisas para hacer reminiscencia de simbólicas imágenes que aullaban, pataleaban, percutían, lo provocaban, lo hostigaban, lo golpeaban.

Cayetano se internaba en el espacio tenebroso, pegajoso y resbaloso de las voces acalladas, censuradas, ignoradas, y las iba sonsacando y las iba poseyendo una tras otra suavizando ese amargor y esa dureza, y se esmeraba en presentarlas dulcecitas, desarmadas, inocentes. Cayetano era un zahorí. Como tal, asumía su destino doloroso, desastroso, de saberlas saboreando su suplicio, sin embargo, Cayetano las buscaba, las rondaba, las rodeaba, las rogaba, las lidiaba aun sabiendo que sería sacrificado. Cayetano era un poeta.
Una noche interminable en que estaba desvelado, conectado, iluminado, vio venir envuelto en aires de grandeza, inasible, enigmático, excluyente, continente, impronunciable, al viejo término memoria. Detrás de él un agujero. Desde entonces no volvió a escuchar las voces pesarosas y precisas para hacer reminiscencia de simbólicas imágenes que aullaban, pataleaban, percutían, lo provocaban, lo hostigaban, lo golpeaban. Cayetano ya no quiere cabalgar y se acuesta cabizbajo cada noche.
Cuentos de BCRamos.
María Izquierdo, Hombre con caballo (1932)

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